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8 años después… Chicha Sentai

«Chicha Sentai» nació hace más de 8 años, bajo una premisa: ¿Por qué no tenemos referentes populares de super héroes icónicos peruanos –o al menos latinos–, inspirados en nuestra propia cultura andina y amazónica? ¿Qué sucedería si siempre estuvieron ahí, peleando desde las sombras, y nunca nos dimos cuenta?

Eduardo, a merced de los soldados polilla.

Como niño peruano que creció en la década de los 90s, pasé mis primeros 10 años de vida mirando programas de televisión japonesa y de otros países de Asia del Este. Mi generación fue marcada por el animé, el manga y las películas y series de efectos especiales de género “tokusatsu”, el cual es un término japonés que se usa para definir una película de acción en vivo o un drama televisivo que hace un uso intensivo de efectos especiales. En este género están incluidas las películas de Godzilla y otros “kaijus” (monstruos gigantes) y el formato televisivo “Super Sentai”, que se traduce literalmente como Súper Escuadrón, título de una serie de televisión japonesa que suele estar protagonizada por un grupo de superhéroes con trajes de distinto color que luchan en equipo contra las fuerzas del mal, utilizando un arsenal repleto de armas y robots gigantes, llamados “mechas”.

Katari Sentai, peleando contra los soldados polilla.

En Perú, este formato llegó en su versión original con “Liveman” y “Flashman”, y en versión estadounidense, los “Power Rangers” y “Masked Rider”. Cuando era niño y veía distintas iteraciones del formato, el cual empezó a visitar distintas culturas y referentes para inspirar el concepto de sus secuelas, yo pensaba: ¿cuándo veré un referente latino en el formato con el cual identificarme? ¿Será que nunca usarán la cosmovisión andina o amazónica, local de mi propio país, para inspirar un formato tan maleable y duradero como éste?

Entonces decidí hacerlo yo mismo. La temática animal en el formato es constante, así que decidí usar los animales que representan simbólicamente cada una de las kanchas de la cosmovisión andina trivalente relacionada al tiempo y espacio: la serpiente del Uku Pacha o el mundo de abajo, el puma del Kay Pacha o el mundo de aquí y presente, y el cóndor del Hanan Pacha o el mundo de arriba celestial y supraterranal. Estos héroes tendrían poderes ancestrales y relacionados con la madre tierra y el cerro –el Apu–, cuya representación plástica estaría en la chakana, símbolo de la dualidad y cosmovisión andina. Todos estos elementos legendarios, darían forma a Chicha Sentai, que en contraposición a sus características fantásticas se enfrentarían a enemigos típicos del género, contrastados y ajenos a la parte mitológica, representados por aliens foráneos que buscan conquistar, dominar e imponerse con la fuerza y tecnología de ciencia ficción. El concepto dejaría pistas para extenderse e incorporar cosmovisión también amazónica, y otros elementos propios de las culturas originarias del Perú.

Laura, activando el poder de la chakana.

El proyecto además, demoró 8 años en completarse, por una serie de factores entre personales y externos al proyecto. Pero aún así, sigue siendo una de las pocas producciones peruanas cuyo concepto reside completamente en los efectos especiales, además de ser pionero en producciones cinematográficas peruanas de artes marciales. Pero Chicha Sentai no podía cimentarse solo en la nostalgia, tenía que ser relevante en la actualidad. Es por eso que se integró al formato el factor peruano o “chicha”, y las diversas formas de representación cultural del sincretismo de la vida del adolescente migrante en Lima. Se convirtió entonces en una historia sobre el heroísmo criollo. En una ciudad en donde el tráfico es infernal, la discriminación es normalizada, la indiferencia es atroz y el peligro inminente, donde ser una buena persona es en sí, un acto de heroísmo.

Tamara Padilla como La Reina Avispa.

En un país heredero de una basta diversidad cultural, pero con contrastes tan extremos, esta historia es para mí una manifestación particular y personal del cumplimiento del sueño que tuve cuando niño, aquella necesidad de ver héroes con los que podía identificarme y empatizar. Necesidad que tal vez, mi generación ya adulta, pueda satisfacer para una nueva generación de niños. De lo contrario, solo reconocerán villanos a nuestro alrededor.

Y es porque después de tanto tiempo, y al ver a Chicha Sentai finalmente completo, me doy cuenta de lo que realmente quería ver de niño. Quería identificarme con una historia emocionante, con drama, acción y efectos especiales, pero que además reconozca y valore nuestra diversidad. Porque el heroísmo que buscaba –y que pueden tener aún los niños de hoy– es el de no rendirse, el no ceder ante ningún tipo de mal o crueldad, y que logre la victoria a través de la unión en nuestras diferencias –y sobre todo con las minorías poco representadas–. Chicha Sentai es un primer paso en un largo camino, pero también la prueba de cómo un sueño puede volverse realidad y compartirse con otros. Ya que solo trabajando en equipo, así usemos todas y todos trajes de distinto color, es que podemos salvar nuestro mundo de la invasión del mal.

Laura, Eduardo, Víctor y el Apu, tomando emoliente de carretilla.